Definitivamente estamos pasando por momentos de mucha incertidumbre, pero creo que es fundamental que hoy más que nunca mantengamos la calma. Lo que está pasando a nivel mundial es una situación completamente nueva, y quedarnos en nuestras casas es vital para no solo ayudar a los nuestros sino ayudarnos a todos.
Hay una gran cantidad de información con respecto al COVID-19 rondando por todos lados y no pretendo escribir aquí detalles de ello. Solo quiero compartirles las inagotables reflexiones que ocupan mi cabeza en estos momentos de cuarentena.
En mi perspectiva, estos momentos de aislamiento y calma nos ha brindado un espacio único para reflexionar sobre nuestras rutinas, apreciar las cosas fundamentales de la vida y dejar todas aquellas superficialidades de lado.
¿Qué son esas cosas que más extrañas? ¿Qué es aquello que te hace falta? Las risas con amigos, los cafés compartidos, los abrazos sinceros, las caricias al alma, los besos dados. Esas son las cosas importantes, las que le dan luz a tu vida.
Poco importan al sol de hoy qué aretes van mejor, qué mocasines hacen juego con tu outfit, o la marca del reloj que descansa en tu muñeca. Las cosas realmente valiosas son el contacto sincero con tus seres amados, aquellas cosas que te suman y te hacen mejor persona, eso es lo que hoy más añoramos.
Y por eso creo que en definitiva esta cuarentena nos cambiará a todos, creo firmemente que esto es una lección de vida, un alto a la inagotable rapidez con la que avanzamos. Es una lección para darnos cuenta que a la hora de la verdad, aquello que realmente importa es mucho más simple de lo que creímos.
¿Cuántas veces postergamos ese café con un buen amigo? ¿Cuántas veces le preguntamos cómo está y lo escuchamos con paciencia y real curiosidad? ¿Cuántas veces nos escuchamos a nosotros mismos?
Las noticias negativas siempre estarán por ahí y creo que muchos de nosotros las vemos constantemente (tal vez más de lo que deberíamos). Pero ¿Te has parado a ver todo aquello bueno que esta calamidad ha traído? Cielos limpios de contaminación por primera vez en muchísimos años, aguas cristalinas en Venecia que parece más un sueño que una realidad. La naturaleza nos está gritando, pero con nuestra frenética cotidianidad no la escuchamos, no la apreciamos y solemos lastimarla mucho más de lo que creemos.
Me gusta pensar que al final de esta cuarentena, más allá de los inevitables percances económicos, habremos renacido como seres humanos, habremos aprendido a apreciar a los nuestros (que somos todos), nos apoyaremos entre nosotros, consumiremos más productos locales , veremos con una sonrisa la luz del sol y los pájaros sobrevolar los cielos. Seremos seres más agradecidos, más amorosos con nosotros y con la naturaleza por sus bondades.
Nos habremos convertido en mejores personas que se formarán en un futuro como mejores líderes de acción positiva.
Una idea muy utópica, tal vez… Pero es una idea por la que estoy dispuesta a apostar.
Con cariño Sara Lischinsky